sábado, 13 de diciembre de 2014

Día SE ACABÓ. Vuelta.

¡Hola! Probablemente nadie me recuerde pero estuve por estos lares durante unos cuantos días relatando mi experiencia con la Skinny Diet. Pues bien, la pifié. No acabé la dieta pero aún así no fue la última que realicé. Después de eso dejé el instituto y pasé por los peores dos meses de mi vida. Me sentí vacía, me pasé los días en mi cama con las persianas bajadas, sin dormir, sin hacer nada. No quería levantarme porque eso significaba tener que cargar conmigo misma, tener que darle vueltas al tema de: 'joder, llevas un puto año intentando bajar un gramo y mírate, ¡pedazo de foca!' Así que empecé a fumar de nuevo. No lo hacía desde verano y aún sigo intentando dejarlo. Otra cosita más a la lista de quehaceres para ser feliz. Y, por su puesto, también continué vomitando y cortándome (mis cuchillas ya están más oxidadas que la bici de mi infancia). Estos detalles no me llevaron más que a una caída en pendiente que me hizo verme obligada buscar ayuda desesperadamente. Bien, pues le conté parte de esta historia a mi madre, quien me llevó a ver a una doctora.

Creo que fue a principios de noviembre. Llevaba toda la semana pensando cómo iba a abrirme a una desconocida y contarle todas las estupideces a las que sometía a mi cuerpo diariamente. No es fácil hacer esto cuando el receptor es alguien que se dedica a la sanación. Pero en fin, después de varios minutos en silencio ella me ayudó a soltarme, el caso es que fue la sensación más incómoda que he podido experimentar en meses. Sí, soy muy ermitaña, qué se le va a hacer.
La mujer me recomendó un psicólogo y lo negué rotundamente, le dije que iba a cambiar las cosas por mí misma, y si de lo contrario seguía igual, tendría que someterme a un par de consultas más. Al principio comenzó como una pequeña mentira para librarme del marrón, pero verdaderamente yo no quería eso. 

Pasó una semana antes de que pudiera darme cuenta de que debía darle un giro a mi vida, de que llevaba un año comiéndome la cabeza, odiándome, destreciándome de los pies a la cabeza. ¿Para eso está hecho el ser humano, para infravalorarse y mutilarse poco a poco? No. Eso está hecho por la sociedad. Al igual que el impedimento que crea ésta sobre los géneros binarios a la hora de integrarse. También sobre la mujer en algunas culturas, y sobre la homosexualidad en la mayoría. Sin duda no quería formar parte de ese movimiento superficial y aberrante, algo que sólo me haría sentir un trozo de carne con ojos. Reflexioné que las personas vamos más allá de lo que hay por fuera, porque unas piernas delgadas o unos collar bones no te contarán nunca todas las tonterías, gracias, chistes, historias, comentarios que tu cabeza suelta día a día. ¿Qué tiene que pasar para que el ser humano sea aceptado por lo que es interiormente? ¿Una epidemia? ¿Que todos nos quedemos ciegos? Porque suena un poco hipócrita no llamarte racista pero sí discriminar una figura con curvas.

El problema es que todo esto me llevó a una cuestión un tanto contradictoria: ¿cómo me siento pesando estos 55kg? ¿Me gusto? No lo sé. Y creo que nunca terminaré de comprenderlo.

Ade.

1 comentario:

  1. Muy buena reflexión. Espero que encuentres ese bienestar con tu cuerpo, con tu persona.
    Un beso.

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